EL OCEANO CANTA UN BLUES, SUMERGETE A LA REALIDAD... EL RETO: SOPORTAR MI MIRADA, TÚ MIRADA"

Ocean Blues

Ocean Blues
el bar del Olvido

Estela Leñero y Jardinería electronik


Trolebús escénico

 

Un espacio teatral alternativo inició funciones con gran algarabía para la comunidad teatral. Frente a las dificultades de hacer teatro y la búsqueda de nuevas formas de expresión este Trolebús escénico significa una propuesta juvenil que cuestiona las políticas teatrales de nuestro (¿?) gobierno y abre horizontes creativos.

Marco Vieyra,  impulsor del proyecto La otra nave, estrenó su obra Jardinería  Electronik basada en textos de Rodrigo García en un trolebús donado por la embajada de Japón al gobierno del Distrito Federal,  acondicionado para 30 espectadores. La experiencia escénica es sumamente estimulante e invita a los jóvenes a vivirla estando ojos con ojos con el actor. En esa iniciativa también participarán obras de Luis Mario Moncada y Richard Viqueira que se presentarán en marzo y abril esperando que haya suficientes apoyos para continuar el proyecto.

Jardinería Electronik es una obra cercana al performance y la instalación en la que conocemos fragmentadamente a tres personajes que nos hablan de sus pensamientos y sus problemas en esta sociedad cosificada, donde no somos mas que mercancía o anuncios publicitarios. La despersonificación y la soledad es la hipótesis que esta propuesta desarrolla utilizando palabras sin fin e interesantes recursos visuales.

 La propuesta formal es lo que más sobresale en Jardinería Electronik: la imaginación potenciada con un mínimo de elementos nos hace disfrutar al máximo momentos sublimes como las luces de bengala tras los cristales, el video en los cuerpos o el techo del trolebús, la voz metalizada por el micrófono, el maniquí acribillado por un taladro, la trampilla secreta por donde desaparece un personaje, los movimientos circenses o las rutinas de acción. El punto débil de esta propuesta radica en  los textos y la estructura dramática. Si bien es cierto que se puede pensar que el lenguaje de los jóvenes se caracteriza por la expresión básica para nombrar a la rebeldía, a la insatisfacción o a la soledad y recurrir a los lugares comunes para conformar un discurso; no es verdad que la profundización y complejidad de las situaciones, sin que esto quiera decir el uso de a conceptos filosóficos o trascendentales, sea ajena a este sector. Tal vez la particularidad de las realidades y los lazos que se tienden de lo trivial a lo existencial son necesarios para que el público pueda ser partícipe de algo diferente que lo haga pensar en cosas que no se le hubieran ocurrido y no sólo le confirmen su pensar. Así, el problema radica en la reiteración (y no en la repetición) en donde se dice lo mismo con diferentes elementos. El discurso es pobre y la estructura hace que la obra se alargue innecesariamente. En un momento dado la obra se detiene y hace que el espectador pierda interés. Para este tipo de propuestas es mejor la brevedad para aumentar el impacto.

Antonio Vega, con una botarga de Pluto que lo hace sudar y sufrir lo que los actores en la vida real terminan por hacer para sobrevivir, consigue atrapar al espectador en todo momento; su discurso está lleno de vitalidad y fuerza y sus reflexiones sobre los animales domésticos, en particular los perros, nos hace sonreír. Isabel Piquer sobresale por su naturalidad y utiliza el contacto visual con el público para aumentar la tensión. Roldán Ramírez tiene fuerza, aunque sus registros actorales sean más limitados.

Marco Vieyra, originario de Guadalajara y fundador de La Cuarta Teatro en 1992, tiene en su haber varias obras de teatro caracterizadas por esta búsqueda existencial en el acontecer de los jóvenes recurriendo a nuevas formas de expresión. Están por ejemplo Asfixia, que se presentó en el 2006 en el Festival Andino Internacional de Teatro o El último piso. Esperemos que nos siga sorprendiendo y que el Trolebús escénico tenga larga vida.